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Universo de manzanas verdes

Actualizado: 1 ene 2022


A pesar de señorear en mar y tierra,

en el cielo y el abismo,

al mirarte te adoré.

Yo te amé con todo el ímpetu de mi alma.

Te soñé despierta en los dominios

de esta desolada dimensión,

donde nada era prohibido para mí.

Y nació en mi pecho ardiente

la sagrada obstinación

de poner al mundo entero en tu poder.



Quise entre tus manos

asentar todos los reinos invencibles

de este mundo indócil.

No hubo fuerza competente

que frenara aquel designio

que aspiraba para ti.

Fue mi anhelo ver salir el sol

por el punto cardinal de tu mirada

penetrante y fría.

Pero para ti mi portentosa dádiva

no fue bastante.

Es muy poco lo que doy

ante tu crítica egoísta.

Para ti jamás será perfecto mi homenaje.



Quise darte un universo de manzanas verdes

y de rosas del color azul de tu mirada,

quise darte la divinidad

de la tibia desnudez

de mis noches con sus madrugadas,

quise darte la grandeza

de mi patria de azucenas,

los misterios de las rosas rojas

en el sur de mis inviernos,

quise tantas veces dibujar con letras grandes

nuestros nombres en el cosmos

de mis dimensiones paralelas.



Pero me sentí morir

cuando vi que tu deleite estaba

en rosas blancas de otro huerto.

Y partí con rumbo fijo hacia la tierra

de la eterna temporada de huracanes.

Me marché

con las dádivas que despreciaste

y ahora llevo marchitadas en el alma.

Y en mis noches de murciélagos

y de té de manzanilla

te recuerdo con dolor.

Te recuerdo y siento miedo del relámpago,

del trueno,

de la lluvia

y de mi silente soledad.



Yo sé que, en el silencio

de tu orgullo inquebrantable,

tus deseos se arrodillan

ante mi pecaminosa voz de madrigal

y mi discurso de tornados.

Pero no merezco yo gozar

de tu inalcanzable apreciación,

mi señor de imperios acabados,

aunque yo reinando estoy

sobre tus noches y tus días,

aunque te permita gobernar sobre mi creación.



Te entregué mi enloquecido corazón,

apasionado e impulsivo.

Cuando cierren estas últimas heridas,

ya quizás te olvidaré,

pero estas noches solo cantan mi desgracia

y el final de nuestra historia,

que jamás será contada.



Llegarán los tiempos

en que ya no escriba más poemas en tu nombre,

pero aún arde sin cesar

aquel martirio inmerecido

que me quema la conciencia día y noche.

Sigue siendo 11 de enero en esta playa,

hay tormentas de reproches

y de sidras de manzanas.




La Dama de Vermut


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