… sin embargo, te esperaba.
Te esperaba porque te llevaste el mundo
sin permiso de los cielos
que engendramos en otoño;
y dejaste en su lugar
un desierto sin oasis
y sin tu perfume
y una casa tan vacía y silenciosa
como yo.
Desde que tú te marchaste
solo hay frío por las noches
y un calor torturador durante el día.
Y recuerdo que dejaste las tormentas
como eternas compañeras de mis madrugadas;
y yo vi danzar el viento con la arena
con un ritmo a tu favor desde mi cama.
Yo buscaba día y noche
una gota de las aguas de tus mares
y en mi búsqueda tenaz
yo sentía que tu amor iba muriendo.
A través de la distancia y mi dolor
yo sentía cada día que moría nuestro amor.
Aún me sabe a la nostalgia el vino,
no he tenido regocijo desde aquel ayer.
Tu copa siempre tan vacía estuvo
que el vino entristeció mis labios para siempre.
La temporada de los invencibles
hace poco terminó.
Esa noche yo escuché el llamado de la Luna
desde el punto de su órbita
más cercano a nuestra Tierra.
En su cara yo quería encontrarte,
pero allí nunca estuviste.
Fui desnuda a la batalla,
que perdí luchando sola.
Derrotada y malherida te esperaba.
Y, aunque no dejaste huellas,
yo viajaba con un viento inexistente
para estar cerca de ti.
Y, a pesar de ver al tiempo
seduciendo mi impaciencia,
sin embargo, te esperaba.
Esperaba tu regreso,
esperaba tu llamada,
esperaba que volvieras,
pero tú nunca llegabas.
Esperaba con paciencia
que los mares de tus besos
a mis labios en sequía
devolvieran la humedad.
No imaginas cuántas horas
esos ríos de agua viva
de tu boca yo anhelaba.
Te esperé porque seguías
siendo tú mi adoración
en el fuego del desierto.
Te esperé porque te amaba.
La Dama de Vermut