Hay errores
que calcinan nuestra vida al despertarnos.
Hay errores
que envenenan sin piedad nuestra consciencia.
Hay errores
que encadenan nuestra alma
a una eterna enfermedad que nos destruye
con el paso de los días.
Hay errores
que lapidan nuestro espíritu.
Hay errores como tú.
Llevo siglos preguntándome a mí misma
cómo puede ser tu alma
tan sombría y perniciosa,
cómo puedes silenciar
el cantar de las mentes ilustradas
para que millares de adoquines
vociferen las más viles aseveraciones.
Llevo siglos castigándome la vida y la conciencia
por amarte alguna vez.
Mi silencio es un lamento
que desgarra las paredes de los aires,
un lamento que no deja de llover,
que no deja de quemar,
porque sigues en el centro del oscurantismo
de este mundo sordo y ciego.
¡Pero, al fin,
he logrado desterrar de mi alma libre
todos tus risibles dogmas y voracidades!
No hay condena que me obligue a arrodillarme
ante reyes impalpables y baldíos.
Tus pisadas en la tierra nos dejaron
el desagradable aroma de la muerte y la miseria,
nos dejaron una raza inhábil
que desde su oscuridad
se proclama superior
a los hombres elocuentes;
una raza de villanos
con espíritus cobardes
que torturan y asesinan
a los sabios y a los genios,
y a las brujas ilustradas como yo.
En mi vida eras tú la asignatura principal,
te adoraba con el ímpetu
de un mar enfurecido.
Te adoraba,
pero no puedo olvidar aquellos días
en que me dejaste sola
en la guerra entre dos mundos
que tú mismo provocaste.
Y te convertiste en la corona de aguijones
que se clava en mi cabeza
convirtiéndome en la reina
de un país sin habitantes
y dejándome un tumor de absurdas historietas
en mi mente.
Tengo todo el arrebato de este mundo acumulado
en cada gota de mi sangre.
Da tristeza recordar que nosotros,
siendo dioses de los aires,
una vez nos doblegamos
ante sombras como tú.
Tú, mediocracia abominable,
uno de estos días
vas a recibir el escarmiento que mereces
por la guerra sin final
que iniciaste en mi interior,
porque ríes
mientras tantos hombres agonizan,
porque callas
mientras llora el alma quebrantada de la tierra,
de los astros, de los aires y los mares.
Tú, religión abominable,
llegarán los tiempos de negroni
y germinará en el Reino de los Aires
un ejército de hombres desafiantes
que te mirará a los ojos
y jamás se postrará
ante tus divinas amenazas;
y no luchará para vencerte,
pero volará muy alto
sobre los escombros de tu inexistencia;
y te lanzarás tú sola hacia la hoguera,
dejarás de ser creencia irrefutable
y serás mitología para siempre.
Mil inviernos de distancia yo pondré
entre tu cielo imaginario
y mis infiernos de rosales y claveles,
porque tú jamás serás capaz
de formarte un ideal.
¡Mil inviernos de distancia,
enemigo del progreso y de la diferenciación!
¡Mil inviernos de distancia,
asesino de la originalidad por tantos siglos!
No me muestres esa cruz,
no eres el protagonista de esta historia.
Fuiste tú quien derramó
el primer suspiro de sangre en este juego.
Puedo ser tan implacable e inhumana en mis jugadas
que tú mismo te darás el jaque mate,
terminando la partida.
Pero no quiero ensuciarme la existencia
nuevamente con usted.
¡Mil inviernos de distancia!
Fin de nuestra alocución.
Cordialmente,
mis demonios y yo
La Dama de Negroni
Negroni: Coctel cuyos ingredientes son: Ginebra, Sweet Vermouth, Campari y naranja. Lo encuentras en @almacocteleria