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Las alas de mis versos

Actualizado: 1 ene 2022


Desalmadas y feroces

son las tardes de tu ausencia en primavera.

El dolor es más intenso

cuando caen las horas del crepúsculo.

Se agudiza cuando pienso

que tendré que resignarme a no tenerte

y a extrañarte para siempre.



La distancia me ha dejado

la presencia de tu sombra en las partículas del aire

y en mi habitación desordenada y desquiciada.

Hace meses yo era la suprema mandataria

de este reino en el futuro;

yo tenía la aspiración de este mundo conquistar,

pero a tu lado.

Hace meses yo era el arte,

la pintura

y las ganas de crear;

yo quería concederle un tono rosa

a la desdichada historia de esta humanidad.



Pero todos mis deseos se han marchado tras de ti.

Solo quiero sumergirme en tu sudor,

aunque encuentre en tus abrazos

de mis siete vidas moribundas el final.



El discurso de tu aliento echó raíces

en los mares de mi angustia.

Allí escondo tantos besos infinitos para ti,

porque bruscamente te apareces

y el diluvio de tu sombra va cayendo

sobre el suelo llano de mi verso impredecible.

Y te entrego media vida en mis poemas otra vez.



Y les crecen alas a mis versos,

unas alas como las de los guerreros de los aires.

¡Se termina el cautiverio,

la poesía ahora es libre!

Vuela lejos de estas calles tan funestas

a un lugar donde puede acariciar

el perfume de tu sombra,

a un lugar inaccesible para mí.



Me he quedado encadenada

a las desdichadas piedras del camino,

esas piedras

que me lanzan gritos de tortura al mediodía.

Mi alma llora al escucharlas,

recordando que ya nunca volverás.

Es un cementerio de almas vivas

este pueblo si no estás.

Pero llega el imponente atardecer

y mi vida se complace

con el canto de ballenas jorobadas

que regresan cada año a Samaná;

y de pronto reaparece tu sonrisa

de escorpión encantador.

Viene y va con los recuerdos invencibles

que dejaste en mi memoria.



Y ha quedado de este amor insólito

una estúpida poetisa con historias que contar

y una mancha de dolor en mi vestido

de suspiros y de sueños imposibles.



Son iguales de inhumanos

los atardeceres en verano.



La Dama de Vermut

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