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Madrugada del 5 de julio

Actualizado: 1 ene 2022


Vuelve el ave de altos vuelos

a reinar sobre los cielos del Caribe.

Es la indómita Quisqueya

con las alas extendidas

con destino hacia la excelsitud

y los anhelados ideales

de mi patria agonizante.



Enderezará su vuelo

la política encorvada,

iluminarán sus acrobacias

el semblante mancillado de nuestra nación.



Y veremos resurgir de nuestra historia

a una raza de idealistas

que germine y que florezca

entre espinos y pedruscos;

y veremos a una estirpe que da frutos

de posibles perfeccionamientos de moral.



Y del trono caerán los promotores

de pobreza y de mediocridad

con el rostro saturado

de vergüenzas indelebles.

¡No condenaremos al olvido

las infamias cometidas a mi pueblo!



¡Tomaremos el timón del liderazgo

en la tierra del verano eterno!

Sí, nosotros

y otros tantos soñadores, visionarios ejemplares.

Y diseñaremos un progreso quisqueyano

de cacao orgánico

con sabor a puro arte,

con sabor a tierra fértil,

con sabor a patria y libertad.



Nos domina el ideal del cambio.

Ha llegado el tiempo de ese cambio

progresista y verdadero.

No es el cambio que antes nos vendieron desde arriba

en la tienda de la mezquindad.

Nos vendieron fantasías improductivas

y compramos por montones sus palabrerías.

Pero hoy decimos ¡BASTA!

Basta de llenar con enfermizas esperanzas

los inmaculados corazones de este pueblo.



Madrugada del 5 de julio,

muéstranos tu luna de trueno

en toda su magnificencia

y la miraremos a los ojos sin temor alguno.

Nuestro ejército se regocijará

con la cara del eclipse penumbral

y al amanecer despertaremos con más fuerzas,

preparados para la victoria irrebatible.



Hoy nos mueve la ilusión y la esperanza

de cambiar el rumbo de la historia

para no morirnos,

para que no nos maten,

nos roben, nos violen

y nos sigan engañando desde arriba.



Y sí, nuestra patria necesita sangre nueva.

Lo creemos,

pero no porque lo ha dicho aquel

que ha pisoteado, malogrado y profanado

el vestido blanco de la carta magna,

ensanchando con descaro incomparable

sus deseos de endiosamiento terrenal.

Nos robaron el color de las mañanas,

pero no nos robarán el porvenir,

pero no nos robarán la dignidad.



Creemos que Quisqueya necesita sangre nueva

porque así lo pregonan

nuestras más profundas convicciones idealistas.

¡Anhelamos una sangre nueva!

¡Nunca más como aquella sangre impura!

Anhelamos una sangre que jamás se torne púrpura.

Esta vez queremos una sangre rosa,

transparente,

una sangre rosa que conciba un ideal

con aroma del café de nuestros campos,

una sangre rosa que conciba un ideal

como el canto de las playas nuestras

de belleza incomparable.



No queremos ver en blanco y negro nuestro porvenir.

Es preciso que pintemos nuestros sueños

con la verdadera democracia que anhelamos

los románticos valientes quisqueyanos.



Vamos a pintar con sangre rosa

el histórico momento del país.



La Dama de Vermut


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