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Edgar Allan Poe, el poeta autónomo

En 1809 nace el ilustre e incomprendido escritor Edgar Allan Poe, un modelo literario a seguir en la actualidad, pero rechazado por los poetas de su generación. Americano de origen irlandés, el cual quedó huérfano desde muy joven. Su padre abandonó la familia en 1810 y su madre falleció al año siguiente. Tanto su obra como él mismo quedaron marcados por la idea de la muerte. Antes de cumplir los veinte años ya era un bebedor consuetudinario y un jugador empedernido, y contrajo enormes deudas de su padre adoptivo, además de causarle todo tipo de problemas. Trabajó como redactor de varias revistas en Filadelfia y Nueva York. En 1849, dos años después de la muerte de su esposa, cae enfermo y fallece presa de su enfermedad y su adicción al alcohol.


La poética de Poe


Su producción poética, donde se muestra una impecable producción literaria, y sus ensayos, que se hicieron famosos por su sarcasmo e ingenio, son destellos del talento que lo encumbraría a la posteridad.


Poe es conocido, sobre todo por sus relatos y por ser el predecesor, en cierto modo, de la novela policíaca moderna. Sus cuentos destacan por su belleza literaria y por fundir en ellos lo macabro con el humor, el terror y la poesía.


En los últimos años de su vida, cuando Edgar Allan Poe, era ya un escritor famoso, escribió algunos breves ensayos sobre poesía, dos de los cuales alcanzarían tanta trascendencia como sus versos: “Filosofía de la composición” (1846) y “El principio poético” (Pronunciado como conferencia en Richmond poco antes de su muerte y publicado, ya póstumo, en 1850).


Poe entendía que la finalidad de la poesía no debe estar dominada por el “didactismo”, ya que la poesía es una respuesta a una demanda natural e incontenible. Jamás existió un tiempo desprovisto de poesía. Su primer elemento es la sed de una Belleza suprema. Afirmó que “la Belleza es el único territorio legítimo del poema”.


Longfellow, que era el poeta más famoso de su tiempo en Estados Unidos y recibió severas críticas de parte de Poe, se expresó de la siguiente manera de la obra de éste último: “su verso exhala una melodía de particular encanto, una atmósfera de verdadera poesía que nos impregna por completo…”


Las poéticas americanas permanecieron dominadas largamente por el ideal ilustrado y neoclásico, que convenía a la concepción de que, en repúblicas recientes y en naciones aún en estado de formación, el arte debía cumplir una función social, instructiva y transmisora de valores civiles. Poe fue el primer poeta autónomo, y por eso mismo el fundador de una obra libre de improntas edificantes. La literatura era para él un ámbito absoluto, no subordinado a ningún otro, fuera político o ético. Buena parte de los ataques que recibió en vida provinieron de la intolerancia hacia esa idea.


Una vez Valéry comentó: “no me gusta El cuervo… es un poema reclamo, hecho para un público torpe en materia de poesía y con efectos artificiosos”.


Poe pensaba que el arte debía ser el reino de lo bello. Se opuso a la necesidad de que un poema esté obligado a alguna forma de utilidad directa.


Era imposible que una inteligencia crítica semejante y una infalible claridad a la hora de exponerla no le trajera enemigos. Baudelaire ve a Poe en “una guerra infatigable contra los razonamientos falsos, contra todos los delitos literarios que se cometen a diario en los periódicos y en los libros”. Esta combinación de talento y superioridad intelectual con pobreza lamentable e imposibilidad de acomodarse a la vida burguesa se denominó “poeta maldito”. Baudelaire, que fue el decano de esta estirpe, veía en Poe a su ascendiente, también en eso.


Hasta la progresiva consagración de Walt Whitman, sólo diez años más joven que Poe pero cuya obra no empezaría a ser conocida fuera de Estados Unidos hasta principios del siglo XX, no habrá otro poeta estadounidense que tenga la presencia y la importancia de Poe. La impronta de Whitman es central en la poesía del continente americano en el siglo XX, en Europa su huella es dispersa. La de Poe, en cambio, es algo más que una influencia: es una sustancia que, desde su irradiación francesa, permea a tal punto la poesía moderna que su presencia es, de tan difundida, casi indistinguible.


¿A qué se debe la pervivencia de Poe en el canon de los clásicos de la modernidad? En buena medida la respuesta está en la “Filosofía de la composición”. En ella, Poe justifica, a posteriori, su poema “El Cuervo” y sostiene que, antes de emprender la escritura de un verso el poeta debería determinar cuál es el efecto que desea conseguir en el lector. Esta idea, sencilla en apariencia, y que acaso no habría tenido más consecuencia que un silencio indulgente por parte de sus contemporáneos, alcanzó una enorme resonancia en la lectura de Charles Baudelaire.


Buscar un efecto significa rechazar la tesitura espontánea, la idea de que el poema nace de una inspiración o del impulso de expresar una experiencia. Poe sostuvo que si una obra vale algo debe estar sostenida por un plan, un programa, un método. La espontaneidad es, acaso, una virtud moral, no estética.


Poe tiene presentes, a la vez, los elementos técnicos para componer un poema que sea original y logrado, y las reacciones que quiere provocar en el lector.


En la poética de Poe, el cuento es un género más cercano al poema que a la novela: ambos están regidos por la economía, la brevedad, la intensidad, la exigencia de captar la atención del lector durante un lapso de tiempo breve, pero sin distracciones de ningún tipo.


En “Filosofía de la composición”, Poe declara la necesidad de que los poetas reconozcan su trabajo metódico. Reclama la profesionalidad del poeta, es decir, la posesión de unos instrumentos y una disciplina específicos, que justificaran su valor estético.


En una ocasión Poe declaró: “mi primer cometido fue la originalidad”, y que esta “no tiene nada que ver con la espontaneidad ni con la intuición, como creen algunos”. Además, parece que quiso explorar todas las posibilidades sonoras del verso y de las rimas inglesas, algo semejante a lo que hizo Ruben Darío con el castellano. Sin el trabajo de ambos, la poesía del siglo XX, tanto en inglés y en castellano, sería inimaginable.


Toda la insistencia de Poe iba referida al método. El poeta americano debía crear su proyecto, su sistema. Con ese pensamiento fundó la auténtica literatura americana.


En “El principio poético”, Poe parece razonar el concepto de belleza como si se tratara de un argumento científico: define la Poesía como la Creación Rítmica de Belleza. Su único árbitro es el Gusto. Con el Intelecto o con la Consciencia sólo tiene relaciones secundarias. Sus relaciones con el Deber y con la Verdad son sólo incidentales.


Como era de esperar en un poeta y narrador de las características de Poe, que vivía de lo que conseguía publicar, vender o hacerse premiar, la reescritura, corrección y reciclaje de textos eran tan frecuentes y febriles en él como la misma creación. De algunos poemas existen seis o siete versiones avaladas, en su momento por el propio autor o sus editores. Se conocen versiones no publicadas que han evolucionado, en cartas personales o páginas inéditas, hacia formas aparentemente más definidas.


Valiéndose de las mentiras y leyendas con que la figura de Poe fue infamada, en Estados Unidos, tras su patético final, muchos creyeron que Francia sería la auténtica preservadora de su legado. La flor brillante y neta de su pensamiento, desterrada primero de Estados Unidos, encontró en Francia su auténtico suelo. Por primera vez un movimiento central de las letras europeas asumía su ascendiente en un autor americano.





Fuente:

El cuervo y otros textos poéticos, Edición y traducción de Edgardo Dobry y Andrés Ehrenhaus (marzo 2020), Penguin Random House Grupo Editorial, España.


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