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Carl Sandburg, el poeta del pueblo

Fue una de las figuras del grupo de intelectuales conocido como "Renacimiento de Chicago", del período posterior a la Primera Guerra Mundial. Su poesía se caracteriza por su naturaleza coloquial y cercana al pueblo.


Poeta e historiador norteamericano, Nacido en el seno de una familia de inmigrantes suecos en Gallesburg, Illinois, en 1878. Desde muy joven tuvo que trabajar en diversos menesteres. Se vio obligado a suspender sus estudios de octavo grado para trabajar durante diez años en oficios tales como lechero, agricultor y lustrabotas. Además, prestó servicio militar en Puerto Rico.


Sandburg fue de formación autodidacta. Tuvo una vida aventurera, de vendedor ambulante, soldado, bombero. Más tarde fue editor de una revista comercial y luego periodista en Chicago. Escribía poemas y canciones y, acompañado de su inseparable guitarra, las entonaba en ferias, mercados y estaciones.


Fue autor de más de 40 libros publicados. Sin embargo, publicó por primera vez cuando tenía 36 años de edad, en la revista Poetry. En ese tiempo ganó el premio de poesía Levison. En dos ocasiones obtuvo el premio Pulitzer.


En la medida en que fue publicando su obra, se distinguió como poeta, historiador, novelista, biógrafo, músico y periodista. En la prensa lo llegaron a considerar como "el poeta nacional".


Durante su edad avanzada, muchas universidades le otorgaron doctorados Honoris causa. Sandburg fue de los poetas que establecieron, con su creación literaria, las bases para la modernidad poética en los Estados Unidos, y su obra fue determinante para la poesía nueva.


Su Obra


Ingresó al Club de poetas pobres y empezó a publicar poesía con los títulos "Imprevistos" en 1907 y el "Lamento de una Rosa" en 1908. A partir de 1910 se estableció en Chicago, trabajó como reportero y publicó en 1815 los "Poemas de Chicago" que lo llevaron a la fama internacional.


En 1928 escribió “Buenos días, América”, con referencias optimistas a la historia y la mitología. En 1936, producto de la depresión económica y como respuesta a la crisis, publicó uno de sus poemas más conocidos, “El pueblo, sí”, donde erige al hombre común norteamericano como exponente supremo de la energía y la sabiduría elementales. En 1950 publicó “Poemas completos”, libro con el que obtuvo el premio Pulitzer, y por el que recibió tantos elogios como ataques.


Muchos consideran que no fue un gran poeta, pero sí atractivo y popular, que, inspirado en Walt Whitman, cantó a los hombres comunes y corrientes, como los carniceros y los campesinos, los mineros y los cargadores. Lo que lo hizo más conocido fueron las valerosas crónicas que escribió sobre unos terribles incidentes raciales en Chicago, con muchos muertos y heridos, a raíz del linchamiento, por un grupo de bañistas blancos, de un joven negro que sin advertirlo había cruzado nadando la frontera racial: The Chicago Race Riots (July, 1919).


Su poesía se caracterizó, en su primera época, por su claridad y sencillez; luego, en su vejez, se volvería algo complicada y misteriosa. Esta fue siempre leída por un vasto público, pero lo que dio a Carl Sandburg su enorme prestigio fue su biografía de Abraham Lincoln, en la que trabajó más de 10 años. La fue puliendo y enriqueciendo a lo largo de casi toda su vida y le mereció el Premio Pulitzer. Los seis frondosos volúmenes están en todas las bibliotecas y escuelas de Estados Unidos.


En general, su poesía tiene un tono sentimental. Muchos críticos lo consideraron un "poeta del pueblo", en el sentido peyorativo de homologarlo con un trovador casi folclórico. Ya en la década de 1940 había sido menospreciado por la tendencia predominante de la lírica norteamericana de esos años, impulsada por personalidades como E. Pound y T. S. Eliot, que abogaban por una poesía más conceptual y erudita: la de Sandburg, por contra, fue tildada de tradicional, folkclórica, nacionalista y poco innovadora.


En 1926 y 1940, respectivamente, publicó las dos partes de la biografía de Abraham Lincoln, su mejor obra en prosa, y escribió también varios libros para niños, entre ellos Rootabaga (1922) y El país de Rootabaga (1929).



Más sobre Sandburg


Sandburg tenía ya 67 años cuando llegó a Connemara en 1945, que está en lo alto de una colina, en las montañas de Carolina del Norte. Deslumbrado por aquel paisaje, compró la casa donde pasaría sus últimos 22 años, en un sitio donde no llegan los periódicos, las guerras, el terrorismo, las dictaduras, las plagas y hambrunas.


Sandburg se mudó allí desde Michigan en 1945 con su mujer Lilian Stechen, sus tres hijas, dos nietos, sus 14.000 libros y un rebaño de cabras. Mientras Carl leía y escribía, o exploraba las montañas y los bosques vecinos, la incansable Lilian, ayudada por sus hijas, se ocupaba de las cabras. Lo hizo con tanto éxito que los ingresos de la familia pronto provinieron más de los productos lácteos de la empresa que de los derechos de autor del poeta.


Es considerado como el maestro del verso libre y como brillante historiador, gracias a su estudio sobre Lincoln publicado bajo los títulos "Los años de la pradera" y "Los años de la guerra".


A lo largo de su carrera ganó dos veces el Premio Pulitzer, una por su biografía sobre Abraham Lincoln y la otra por su recopilatorio The Complete Poems of Carl Sandburg.


Falleció en Carolina del Norte en julio de 1967. A la muerte de Sandburg, la familia cedió al Estado todos los libros, manuscritos, cuadros, fotos y la voluminosa correspondencia acumulada.



***


La frialdad de los sepulcros


Cuando Abraham Lincoln fue enterrado en su tumba se olvidó de las víboras y hasta de su asesino... metido entre la tierra, en la frialdad de su sepulcro. Ulises Grant dejó de pensar en sus enemigos y en Wall Street. Los pagos de contado y las fianzas se hicieron cenizas... entre el polvo, en la frialdad de su sepulcro.

¿Y el cuerpo de Pocahontas, tan hermoso como un álamo, tan dulce como una caña roja de noviembre o como una papaya de mayo, demuestra su asombro? ¿Hay algo que recuerde... entre el polvo, en la frialdad de su sepulcro?

Piensa en cualquier persona de la calle, en quien está comprando ropa o comestibles; en los que alaban a los héroes; en los que soplan cornetitas y arrojan confeti... Si los amantes se pierden... quién alcanza algo más de lo que tienen los amantes... entre el polvo... en la frialdad de los sepulcros.



Bajo la luna de agosto


Bajo la luna de agosto las suaves gotas de plata caen, resplandecientes, sobre jardines nocturnos; y la muerte, burlona gris, viene susurrándote como una bella amiga que te recuerda.

Bajo las rosas del verano el fragante carmesí se oculta durante el crepúsculo, entre hojas silvestres coloradas; y el amor, con manos pequeñitas, viene a tocarte con miles de recuerdos y te plantea preguntas bellas que no tienen respuesta.




Chicago


Cochina carnicera del mundo, fabricante de herramientas, granero de trigo. Juegas con los trenes y con el flete comercial de la nación. Despellejada, tormentosa, alborotada, ciudad de espaldas anchas:

Me dicen que eres impía, y yo lo creo, pues he visto a tus mujeres pintarrajeadas, bajo faroles, engatusando a los jóvenes rancheros. También me dicen que estás torcida y yo respondo: Sí, es verdad, pues he visto a sus pistoleros que asesinan y son puestos en libertad para volver a asesinar. Y me dicen que eres bestial y yo respondo: En los rostros de mujeres y niños he visto huellas del hambre desenfrenada. Y después de responder eso, miro a los que hacen escarnio de mi ciudad y les regreso su escarnio diciendo: Muéstrenme otra ciudad con la frente en alto que cante con orgullo por estar viva y tosca y fuerte y ser una marrullera. Arrojando improperios magnéticos en medio de la faena que amontona trabajo sobre trabajo, está un gran zángano. Temerario que obstinadamente resplandece en suaves ciudades chicas; Fiereza de perro con su lengua lamiendo la acción, solapado como un abismo salvaje en contra del salvajismo, Cabeza rapada, Mercenaria, Náufraga, Calculadora Que construye destruye y reconstruye Bajo el humo, con tierra en la boca, mostrando sus dientes blancos en la carcajada, Bajo la carga terrible del destino, riendo a carcajadas como sólo la juventud sabe reír Riendo con la ignorancia del combatiente que ríe porque nunca ha perdido una batalla Jactancia y carcajada que marca el pulso en su muñeca y bajo sus costillas late el corazón del pueblo. ¡Carcajada! Carcajada tormentosa, robusta, risa alborotada de la Juventud, medio desnuda, sudorosa, con el orgullo de ser una cochina carnicera, fabricante de herramientas, granero de trigo, la que juega con trenes, flete comercial de la nación.



Fuentes:

*La casa de Carl Sandburg

*Carl Sandburg

*Carl Sandburg, Biografías y Vidas

*Material de lectura, Poesía Moderna, UNAM



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