Y aquí estoy por ti esperando
en un falso paraíso
con olor al mismo infierno.
Aquí espero
a pesar de ver los pasos de la lluvia
erigiendo el cementerio
de un pasado en Salamanca
que tal vez no volverá.
Aquí espero
a pesar de ver las gotas de llovizna
convirtiéndose en espinas en mi piel
y clavándose en mis venas y en mis huesos.
Desde el barco que los dioses no han podido hundir,
lanzaré mis redes a la prosa azul en calma de tu voz.
Un te quiero es suficiente
para que me hagas bailar eternamente
a la orilla de tu cielo sin celajes.
Elige tú el lugar de nuestro encuentro
de ginebra y brandy,
elige el mar o las montañas,
elige el bar o el cielo rosa
que pintamos en Europa
embriagados de gimlet .
Buscaremos los caudales de deseos
que perdimos en las vidas ya pasadas,
en los pantalones rotos de otras vidas,
en los sueños imposibles que quedaron
en los huesos de nuestros ancestros.
Más allá de la reencarnación de nuestros besos
hallaremos el camino,
la verdad
y la vida
que hace tiempo conocimos
habitando en otros cuerpos.
Amor de inviernos cálidos
que estás distante y cerca,
este sol que nos devora,
que nos lanza su calor abrasador,
ha traído tu figura deslumbrante
a las calles del Caribe
y te doy la bienvenida
en cada trago de mai tai .
En mis tardes amarillas y soleadas
resucito nuestro encuentro vespertino tantas veces
y te veo llegar.
Te veo llegar con tus ojos refulgentes,
esos ojos que lastiman y que alivian.
En mis tardes soleadas de invierno
tú regresas a mi hogar desamparado.
Y es así como mantengo vivo aquí en mi mente
este amor que viene y va.
De ti he visto yo nacer
un ejército de azúcar y de hierro
que tu nombre lleva
y que bebe de tu sangre
para empoderar las almas
de los fuertes infelices
en sus guerras y pasiones.
Es que yo te concebí hace un millón de amaneceres
en los infiernos más amargos de mi alma.
Te inventé,
te forjé como algo inmenso y poderoso en mis deseos.
Aquí sigo tan enamorada
y a pesar de las heridas yo te espero.
Yo te espero
a pesar de que las aguas de los mares
nunca apagarán el fuego
que desnuda y que disfraza
esta angustia sempiterna,
porque tú, mi amado artista solitario,
cada día estás más lejos.
La Dama de Negroni
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