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5 poemas de Salomé Ureña

Salomé Ureña de Henríquez es una de las más estupendas poetisas dominicanas. En honor a ella se conmemora el Día Nacional del Poeta hoy 21 de octubre.


Esta brillante escritora nació el 21 de octubre del año 1850 en Santo Domingo. Siempre estuvo comprometida con la libertad y progreso de su país, siendo la educación de las mujeres una de sus principales preocupaciones y pasiones. Murió a la edad de 47 años, en 1897, debido a la tuberculosis. Sin embargo, sigue viva a través de sus versos y su legado.


En honor a su obra presentamos cinco poemas de la que es considerada la poeta nacional de República Dominicana.



1- EL CANTAR DE MIS CANTARES


Cuando los vientos murmuradores

llevan los ecos de mi laúd

con los acentos de mis amores

resuena un nombre, que de rumores

pasa llenando la esfera azul.


Que en ese nombre que tanto adoro

y al labio acude con dulce afán,

de aves y brisas amante coro,

rumor de espumas, eco sonoro

de ondas y palmas y bosques hay.


Y para el alma que en ese ambiente

vive y respira sin inquietud,

y las delicias del cielo siente,

guarda ese nombre puro y ferviente

todo un poema de amor y luz.


Quisqueya ¡oh, Patria! ¿Quién, si en tu suelo

le dio la suerte nacer feliz,

quién, si te adora con fiel desvelo,

cuando te nombra no oye en su anhelo

músicas gratas reproducir?


Bella y hermosa cual la esperanza,

lozana y joven, así eres tú;

a copiar nunca la mente alcanza

tus perfecciones, tu semejanza,

de sus delirios en la inquietud.


Tus bellos campos que el sol inunda,

tus altas cumbres de enhiesta sien,

de tus torrentes la voz profunda,

la palpitante savia fecunda

con que la vida bulle en tu ser,


todo seduce, todo arrebata,

todo, en conjunto fascinador,

en armoniosa corriente grata,

hace en tu suelo la dicha innata

y abre horizontes a la ilusión.


Y ¡ay, si oprimirte con mano ruda

quiere en su saña la iniquidad!

Tu espada pronto brilla desnuda,

te alzas potente, y en la lid cruda

segando lauros triunfante vas.


Naturaleza te dio al crearte

belleza, genio, fuerza y valor;

y es mi delirio con fe cantarte

y entre lo grande siempre buscarte

con el empeño del corazón.


Por eso el alma te buscó un día

con ansia ardiente, con vivo afán,

entre las luchas y la porfía

y entre los triunfos de gallardía

con que el progreso gigante va.


Mas ¡ay! en vano pregunté ansiosa

si entre el tumulto cruzabas tú:

llevó la brisa mi voz quejosa;

silencio mudo, sombra enojosa

miré en tu puesto solo y sin luz.


Tú, la preciada, la libre Antilla,

la más hermosa perla del mar,

la que de gloria radiante brilla

¿huyes la senda que ufana trilla

con planta firme la humanidad?


A tu corona rica y luciente

falta la joya de más valor;

búscala presto, que ya presiente

para ti el alma, con gozo ardiente,

grandes victorias de bendición.


¡Patria bendita! ¡Numen sagrado!

¡Raudal perenne de amor y luz!

Tu dulce nombre siempre adorado,

que el pecho lleva con fe grabado,

vibra en los sones de mi laúd.


Y pues que mueve nombre tan puro

de mis cantares la inspiración,

y ansiando vivo tu bien seguro,

la sien levanta, mira al futuro,

y oye mis cantos, oye mi voz!



2- RUINAS


Memorias venerandas de otros días,

soberbios monumentos,

del pasado esplendor reliquias frías,

donde el arte vertió sus fantasías,

donde el alma expresó sus pensamientos.


Al veros ¡ay! con rapidez que pasma

por la angustiada mente

que sueña con la gloria y se entusiasma

la bella historia de otra edad luciente.


¡Oh, Quisqueya! Las ciencias agrupadas

te alzaron en sus hombros

del mundo a las atónitas miradas;

y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas

la brisa que solloza en tus escombros.


Ayer, cuando las artes florecientes

su imperio aquí fijaron

y creaciones tuviste eminentes,

fuiste pasmo y asombro de las gentes,

y la Atenas moderna te llamaron.


Águila audaz que rápida tendiste

tus alas al vacío

y por sobre las nubes te meciste:

¿por qué te miro desolada y triste?

¿dónde está de tu grandeza el poderío?


Vinieron años de amarguras tantas,

de tanta servidumbre;

que hoy esa historia al recordar te espantas,

porque inerme, de un dueño ante las plantas,

humillada te vio la muchedumbre.


Y las artes entonces, inactivas,

murieron en tu suelo,

se abatieron tus cúpulas altivas,

y las ciencias tendieron, fugitivas,

a otras regiones, con dolor, su vuelo.


¡Oh, mi Antilla infeliz que el alma adora!

Doquiera que la vista

ávida gira en tu entusiasmo ahora,

una ruina denuncia acusadora

las muertas glorias de tu genio artista.


¡Patria desventurada! ¿Qué anatema

cayó sobre tu frente?

Levanta ya de tu indolencia extrema:

la hora sonó de redención suprema

y ¡ay, si desmayas en la lid presente!


Pero vano temor: ya decidida

hacia el futuro avanzas;

ya del sueño despiertas a la vista,

y a la gloria te vas engrandecida

en alas de risueñas esperanzas.


Lucha, insiste, tus títulos reclama:

que el fuego de tu zona

preste a tu genio su potente llama,

y entre el aplauso que te dé la fama

vuelve a ceñirte la triunfal corona.


Que mientras sueño para ti una palma,

y al porvenir caminas,

no más se oprimirá de angustia el alma

cuando contemple en la callada calma

la majestad solemne de tus ruinas.



3- EL AVE Y EL NIDO


¿Por qué te asustas, ave sencilla?

¿Por qué tus ojos fijas en mí?

Yo no pretendo, pobre avecilla,

llevar tu nido lejos de aquí.


Aquí, en el hueco de piedra dura,

tranquila y sola te vi al pasar,

y traigo flores de la llanura

para que adornes tu libre hogar.


Pero me miras y te estremeces,

y el ala bates con inquietud,

y te adelantas, resuelta, a veces,

con amorosa solicitud.


Porque no sabes hasta qué grado

yo la inocencia sé respetar,

que es, para el alma tierna, sagrado

de tus amores el libre hogar.


¡Pobre avecilla! Vuelve a tu nido

mientras del prado me alejo yo;

en él mi mano lecho mullido

de hojas y flores te preparó.


Mas si tu tierna prole futura

en duro lecho miro al pasar,

con flores y hojas de la llanura

deja que adorne tu libre hogar.



4- MELANCOLÍA


Hay un ser apacible y misterioso

que en mis horas de lánguido reposo

me viene a visitar;.

yo le cuento mis penas interiores,

porque siempre, calmando mis dolores,

mitiga mi penar.


Como el ángel del bien y la constancia,

en los últimos sueños de la infancia

aparecer le vi;

contemplóme un instante con ternura,

y "Oye -dijo-: las horas de ventura

pasaron para ti.


"Yo vengo a despertar tu alma dormida,

porque un genio funesto, de la vida

te aguarda en el umbral;

y benigno jamás, siempre iracundo,

te encontrará, del agitado mundo

en el inmenso erial.


"Yo elevaré tu espíritu doliente;

disiparé las nubes que en tu frente

las penas formarán;

consagra sólo a mí tus horas largas,

y enjugaré tus lágrimas amargas

y calmaré tu afán.


"Seré de tu vivir guarda constante,

y mi pálido tinte a tu semblante

trasmitirá mi amor.

Y te daré una lira en tus pesares,

porque al eco fugaz de tus cantares

se exhale tu dolor.


"Y te daré mi lánguida armonía,

que los himnos que entona de alegría

la ardiente juventud

jamás ensayarás, pobre cantora,

porque siempre la musa inspiradora

seré de tu laúd."


Dijo, y de entonces, cual amiga estrella

alumbra siempre, misteriosa y bella,

mi noche de dolor;

y me arrulla sensible y amorosa,

como arrulla la madre cariñosa

al hijo de su amor.


Y haciendo que en sus alas me remonte

a otro mundo de luz sin horizonte,

de dicha voy en pos;

y entonces de mi lira se desprende

nota sin nombre que la brisa extiende,

y escucha sólo Dios.


Yo te bendigo, fiel Melancolía;

tú los seres que anima la alegría

no vas a adormecer;

porque eres el consuelo de las almas

que del martirio las fecundas palmas

lograron obtener.


Por ti en los aires resonó mi acento,

y para dar un generoso aliento

al pobre corazón,

alguna vez la Patria bendecida

benévola me escucha sonreída

y aplaude mi canción.


No pido más: bien pueden los dolores

destrozar sin piedad las bellas flores

de la ilusión que amé;

que jamás, bajo el peso que me oprime,

mientras un rayo de virtud me anime,

la frente inclinare.



5- AMOR Y ANHELO


Quiero contarte, dueña del alma,

las tristes horas de mi dolor;

quiero decirte que no hallo calma,

que de tu afecto quiero la palma

que ansiando vivo sólo tu amor.


Quiero decirte que a tu mirada

me siento débil estremecer,

que me enajena tu voz amada,

que en tu sonrisa vivo extasiada,

que tú dominas todo mi ser.


Por ti suspiro, por ti yo vierto

llanto de oculto, lento sufrir;

sin ti es el mundo triste desierto

donde camino sin rumbo cierto,

viendo entre sombras la fe morir.


Y con tu imagen en desvarío

vivo encantando mi soledad,

desde que absorta te vi, bien mío,

y arrebatada, sin albedrío,

rendí a tus plantas mi libertad.


Deja que el alma temblando siga

de una esperanza soñada en pos,

que enajenada su amor te diga,

mientras un rayo de luz amiga

pido al futuro para los dos.


¡Oh! ¡si a tu lado pasar la vida

me diera el cielo por todo bien!

¡Si a tu destino mi suerte unida,

sobre tu seno de amor rendida

pudiera en calma doblar la sien!


¿Qué a mi la saña del hado crudo?

¿Qué los amagos del porvenir?

Tu amor llevando por todo escudo,

yo desafiara su embate rudo

y así me fuera grato vivir.


¡Ay! en las horas de hondo tormento

que al alma asedian con ansia cruel,

vuela en tu busca mi pensamiento,

mientras el labio trémulo al viento

tu nombre amado murmura fiel.


Ven y tu mano del pecho amante

calme amorosa las penas mil,

¡oh de mis ansias único objeto!

Ven, que a ti sólo quiero en secreto

contar mis sueños de amor febril.


Mas no, que nunca mi amante anhelo

podré decirte libre de afán,

gimiendo a solas, en desconsuelo,

cual mis suspiros, en raudo vuelo,

mis ilusiones perdidas van.


Tuya es mi vida, tuya mi suerte,

de ti mi dicha pende o mi mal;

si al dolor quieres que venza fuerte,

sobre mi frente pálida vierte

de tu ternura todo el raudal.


¡Feliz Día, Poetas!

¡Qué viva la poesía!

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